Para Somerondón los diferentes tipos de prendas, tejidos y modas que usaron nuestros antepasados han de tratarse como uno de los elementos más significativos y próximos de nuestro patrimonio cultural, fruto de los condicionantes a los que todo pueblo se ha visto expuesto y de la evolución de sus comportamientos y costumbres como grupo humano.
Partiendo de la necesidad de aprovechar al máximo los recursos propios, se comprende que las materias primas autóctonas (lana, lino, cáñamo, esparto, pieles) fueran la base para abastecer la demanda fundamental de vestido y calzado. A lo largo del siglo XIX, la agricultura de la cuenca del Ebro (actuales Aragón y Rioja) sufre un proceso de especialización decantándose hacia el cultivo de cereales, mientras que en la próxima Cataluña se desarrollaba cada vez más la industria. Ello explica la dependencia del exterior para el consumo de productos manufacturados, entre los que no podemos olvidar los textiles (algodón básicamente).
A partir de aquí una serie de factores influían en el vestido. El clima y las condiciones del terreno determinaban la producción de materiales textiles y las necesidades de protección de sus habitantes, que adaptaron su traje a cada circunstancia (más lanas en el invierno y mayor presencia de linos y algodones en el periodo estival).
Del mismo modo se observa una marcada diferenciación por sexos, pues el hombre disfrutaba de mayores posibilidades de entrar en contacto con otras zonas y por tanto de conocer nuevas prendas y modas, que adoptaba con más facilidad (sirva el ejemplo del abandono del calzón corto por el pantalón largo que ya se inició en la segunda mitad del siglo XIX); mientras que la mujer, que antaño permanecía más unida a la casa, se mostró más conservadora en sus formas de vestir (así no se abandonaron las largas sayas y los mantones hasta fechas mucho más tardías). También las corrientes de la moda modificaban esos trajes, aunque su evolución se produjo a un ritmo mucho más lento del que vivimos en nuestros días. Cualquier innovación debía pasar por un largo proceso de adaptación y sedimentación en las costumbres de la gente, pues los cambios repentinos podían suponer la ruptura con la tradición y, por tanto, el rechazo de la comunidad. Podríamos terminar este listado de circunstancias que determinaban la existencia de variantes en el vestido aludiendo al gusto individual del usuario: el propio carácter hace a cada persona más o menos abierta a las novedades, con mayor afán por llamar la atención o más conservadora en las formas, lo que obviamente se traducía y se traduce aún hoy en su forma de vestir.
|